23.2.25

[Sao Paulo] Sí, es verde y de colores

Mientras entiendo cómo es posible que enero (2021) este tan cerca de terminar, puedo decir que sin darme cuenta aproveché el mes. Lo aproveché cocinando, ojalá hubiera avanzando más "en lo que", pero pondré de por medio el "en estos tiempos" y pensaré que avancé lo que pude. Escribo ahora que decidí que, aunque es lunes por la tarde, mi cerebro no quiere trabajar o ¿seré yo? Escribo desde la mesa nueva del comedor, que ahora es blanca y tiene una pequeña TARDIS en el centro con su pequeña luz azul que recuerda que "al final todos somos historias y que solo hay que hacerla una buena" o intentarlo.

Así que mientras intento subir las recetas e historias de las rocas de reyes, los scones o los pastelitos fracasados, pienso en Sao Paulo y en ese último viaje antes de la pandemia. Sí, extraño viajar y fueron muchos los cancelados y otros tantos los que esperan, ahí en alguna parte del universo. Y, entonces llegué a Sao Paulo el 8 de febrero del año pasado a las 8 de la mañana, después de un vuelo con muchas turbulencias que no me dejaron dormir para no pensar en ellas.* 

Mi primer encuentro con una ciudad de la que no sabía que esperar fue hambre y calor. Ahora en mi cabeza hay dos aeropuertos que significan calor, Panamá y Sao Paulo. No sabía que esperar porque mi única experiencia con Brasil había sido Río de Janeiro y a la fecha no lo tengo tan claro, es bastante ambivalente, aunque siempre digo que es una ciudad que hay que conocer. Fuimos a Sao Paulo por el trabajo de NLE, viajar como turista desde México es un tanto raro, son unas 9 horas de vuelo y es muy caro, pero Brasil, Brasil, ese país tan lejano y tan cercano a la vez.



Me habían contado muchas cosas de la ciudad, en general las personas la describían como gris, peligrosa, sin mucho que ver. También, conozco a la fan número uno de ese país, bueno de Río, pero su visión ayuda mucho. Así que como ventaja, NLE ya llevaba varios días allí, así que fue por mí al aeropuerto de Garulhos, que debo decir, debo decir como persona de Ciudad de México, está lejísimos, lejísimo de la Ciudad. Una hora de carretera y casi sin tráfico. Lo bueno del trayecto fue ver a un hermoso y gordito capibara, aunque fuera de lejitos. Al llegar al departamento todo fue muy positivo, NLE ya había pasado por el caos de llegar de madrugada y no poder entrar, pero para mí fue encontrarme con un piso 14 con una súpervista de la Ciudad y un bonito espacio.


Pasé unos 8-9 días en la Ciudad, pasé poco tiempo sola, pero me moví en el metro y en Uber, estaba muy alerta todo el tiempo, pero creo que me sentí segura dentro de las zonas en las que estuve, aunque sí debo decir que tiene otras MUY complicadas, el centro o la zona del museo de la inmigración. Sao Paulo no es una ciudad fácil, pero es una ciudad muy verde, de colores, con museos interesantes, calles con música y personas maravillosas. 

Estuvimos en el precarnaval y con todo y el piso 14 en las noches no era fácil dormir, las batucadas y una que otra escena de pleito o algún  robo, pero la fiesta tenía su encanto... Conocimos museos, restaurantes y bares maravillosos. Coincidimos con amigos y encontramos comida japonesa increíble. Sí, podría vivir ahí una temporada.

...Dejé este post por años escrito hasta el párrafo anterior con la idea de retomarlo, de incluir fotos y detalles de lugares, museos, parques, bares y restaurantes, pero nunca sucedió. Ahora con los años muchas cosas han pasado, pero Sao Paulo sigue en la imaginación siendo verde y de colores. He hablado mucho de su museo de la migración, de sus zonas complicadas y del mejor sushi que he comido fuera de Japón. Recuerdo los parques y la música. Ese departamento de un piso 14, la alberca fría y con hojas, las noches de cervecerías y a los cafés.

Así que con un grafiti este post se va así con palabras que tienen cuatro años de distancia entre ellas y un viaje que cinco años después (PD-pospandemia) aparece aquí.


*Para ver la fecha exacta del viaje abrí mi app de vuelos... vaya crueldad mostrarme todos los programados que por supuesto no tomé.

18.10.24

[2024] Once años...

Estaba leyendo los recuerdos de FB, a veces lo hago porque me encuentro cosas bonitas. En otras ocasiones veo un algo que por casualidad he ido resposteando anualmente, pero hoy me aparació un texto de Ramon Ortega que marcaba nuestra partida de Madrid en 2013. Un día como hoy hace 11 años dejábamos esta ciudad después de tres años de vivirla, de VIVIRLA, en el plan original eran solo 9 meses.

Me gusta que la vida me de la oportunidad o, mejor dicho, me gusta haberme ido haciendo una vida con oportunidades de decidir sobre lo que me gusta, de lo que quiero y tener esa cierta libertad de ir haciendo las cosas que en ese momento deseo y necesito y que me hacen feliz. Siempre con una red pequeña, aunque tal vez menos de lo que creo, llena de personas bonitas que me hacen reír, que me acompañan y me escuchan, aunque estén a miles de kilómetros a uno o al otro o al otro lado del planeta.

Mantener a esas amistades a distancia no es fácil y tienen momentos, aprender a disfrutar esos momentos cortos o largos, saber que están a un meme o un mensaje de audio de whatsapp de distancia o que a veces están a unos metros frente al Manzanares o con gins en una terraza con gatas cuyos nombres empiezan con T o en la puerta de junto y luego a pocos minutos con perros peludos que filosofan y una niña con nombre(s) griego o nórdicos y que sabes que sobreviven distancias porque ya lo han hecho antes. Esas amistades que te abrazan escuchando y estando cuando las necesitas, aunque el abrazo sea más simbólico que real. Las que encuentras en bares ruinosos, las que conoces de a poco en otros viajes, en otros tiempos, en otros destinos. Están las personas que reencuentras y puedes llamar lagun o maite... Aquellas que te hubiera gustado conocer mejor y que un cumpleaños basta para saber que tal vez un día puedan ser más todavía, que te hubiera gustado, o mejor dicho, que me gustaría. LAs que permanecen, incluso con los cambios y el tiempo. Las que también son familia. Las que no nombre hoy, pero que están allí en los recuerdos de otras vidas.

Muchas que tal vez no saben lo importantes que son para mí, pero intento decirlo más, aunque no me salga fácil. Muchas que son base de mi vida por esas pequeñas redes, esas pequeñas acciones de dejarte pertenecer, esa sensación de sentirme acompañada, de darme cuenta que no quiero títulos en mis amistades, pero que quiero seguir teniendo a todas esas personas incluso más cerquita.

Las ciudades, los países, los viajes tienen a esas personas que tienen otras redes, a otras personas cerca o lejos, que comparten con más, pero que ese pedazo de sus vidas que me dejan tener me hace feliz.

Que con cada cambio he aprendido que los duelos, el soltar, son solo momentáneos, que las personas se quedan o se van no solo por la geografía sino porque hay momentos y hay etapas y permanencias y coincidencias y deseo y añoranza. Que el otoño me trae esa sensación de paz mientras camino por la calle en Madrid con las hojas que caen y el viento suave de la mañana, mientras veo, una vez más, que los ciclos siempre son diferentes, pero que siempre con ustedes son mejores.

La vida empieza muchas veces, escuché, la vida empieza muchas veces y somos diferentes, pero seguimos acompañándonos. La vida empieza muchas veces y esa oportunidad de empezarla aquí de nuevo espero que dure mucho tiempo.


PD Esa es una de las primeras fotos que tomé cuando llegué a Madrid en 2010.



17.4.21

[Marrakech] Después de tanto...

*Nota empecé a escribir este post a final del 2020.

Hoy desperté con ganas de viajar, quién diría que este año sería de pausa. Está bien, aprovecharé estas dos últimas semanas para escribir de algunos viajes pendientes. Muchísimos porque en realidad dejé de escribir constantemente hace años, sin embargo es algo que me gusta, que me ayuda y que en algún punto espero recuperar. Claro, es más fácil subir fotos, stories o lives a redes sociales que escribir un texto, buscar las fotografías más claras para narrar una pequeña historia de recuerdos a la distancia. Pero, escribir también es un ejercicio de recuerdos.




Escribir en el post cada tanto y después de tanto tiempo de cada viaje hace que me olvide las calles o los nombres de los restaurantes, pero justo hace unos días el restaurante desde el que tomé la primera foto envío un correo contando sobre su pronta reapertura. Una recomendación es reservar en los lugares más turísticos para comer porque es casi imposible encontrar lugar, dos de ellos Nomad y Naranj.

Marruecos o en realidad Marrakech fue un viaje muy esperado que siempre habíamos pospuesto por el calor o por priorizar algún otro lugar. Me hubiera encantado poder ir al desierto o conocer otras ciudades, pero nuestros 4 días en Marrakech fueron un gran viaje. Fue nuestro primer contacto con "algún lugar en África" y nos sorprendió. Es una mezcla de altavoces con rezos y mezquitas, con olores de comida y especias, ruido y música, lugares extremos de una puerta a otra en todos sentidos.

La llegada no fue sencilla, llovía, se nos olvidó por completo sacar dinero y las Master Card no funcionan muy bien al parecer porque fue imposible lograrlo. Saliendo del aeropuerto entre la arena en el piso y el agua me caí y tuve una rodilla morada los siguientes días. El mercado siempre con gente y un tanto polvoso se convirtió en lodo y charcos, no muy limpios y la experiencia incluía carnicerías entre los puestos. Sin embargo, esas mezclas y contrastes fueron parte de lo interesante y hermoso que puede ser a la vez.

Nos quedamos en un riad, esos edificios clásicos que encuentras entre los callejones y que tienen un patio al centro. El desayuno, una mezcla entre marruecos y un desayuno más occidental. Desde la terraza se escuchaban los pájaros y los rezos.


Comimos en un lugar muy tradicional, pero como turistas y en las mesas de arriba, porque abajo en el primer piso era casi para locales. Lo primero es encontrarlo entre las calles del mercado. Probamos los dulces, pastelitos locales y tradicionales. Comimos cuscús y tahine, probamos el pan y tomamos té. 

Terrase Bakchich

Naranj

Este café des Épices es un clásico de la zona de las especias del mercado. Es un sitio lindo, tranquilo y con buena comida para "picar" algo. En la foto está la tetera, diría que es casi imposible consumir alcohol y la gente toma té de hierbabuena todo el tiempo, cuidado con el azúcar porque ponen  cubos y cubos. Eso sí es delicioso y siempre tienen sus cubiertas tejidas para las teteras.

Café des épices


Lugares maravillosos como el Museo de  Yves Saint Laurent y su helado de azafrán, con su entrada carísima, pero con una colección hermosa. Cada uno de los palacios o demás "atracciones turísticas" tiene un costo igual de 70 dirhams, unos 170 pesos mexicanos, que se pagan en efectivo. Fuimos en noviembre, el clima estaba muy decente y hasta suéter en la mañanas se podía usar. Había filas en los palacios, pero no las que se describen en otras fechas del año, de cualquier modo durante la fila siempre hay algo que ver y gatos que hacen compañía.



Diría que hay que perderse en Marrakech, pero con cuidado porque literal sí te puedes perder fácilmente entre sus callejones. No hay internet en los teléfonos europeos en general o hay que pagar mucho por él, así que lo más sencillo es descargar el mapa de Google para usar sin conexión.

Hablar francés o inglés ayuda, pero las señas siempre salvarán. Y, un callejón más implica encontrarte con una tienda de telares que hace las pashminas más lindas del mundo o con ese cafecito que tiene el mejor sándwich.


Las tumbas saadíes, el Palacio de Bahía, el palacio El Badi, cada uno más impresionante que el anterior. La ciudad se siente segura en general, aunque seguí todas las instrucciones al extremo de no interactuar con los vendedores insistentes y no tomar fotos en la plaza principal para evitar cualquier tema. Las cobras y otros animales están ahí todo el tiempo y es una sensación un poco triste verles a los pobres. Aquí después de la foto perdí un suéter que me encantaba, por si lo ven es fiusca. 





El hotel en el que nos quedamos fue Marraplace y estuvo bastante bien en precio y ubicación porque no fue tan complejo encontrarlo y eran muy amables. En este viaje reservé hotel y transporte de ida y vuelta por Booking y funcionó excelente, nada patrocinado, solo para que tengan una opción :)

Puede que este no sea el post mejor escrito, con más datos o inspirado, pero de otro modo se queda otros seis meses guardado y mejor así, les conté poquito, pero me acordé de mucho. Y, como siempre ya quiero volver a viajar.

Como nota adicional y dato curioso, me gusta recordar a esas personas que hemos conocido en viajes y con las que compartimos espacios, pero nunca volvimos a ver porque eran personas de viaje, con las que en ocasiones no intercambiamos contactos por mejor que la hayamos pasado. El chico coreano en Lisboa, los argentinos en Atenas, una mexicana en Marruecos, un alemán en Copenhague y más.

30.12.20

[Reto "Como agua para chocolate"] Tortas de Navidad

Hace unas semanas publiqué un tuit en el que decía que ya iba siendo hora de leer  "Como agua para chocolate" por quinta vez y que lo curioso es que no tenía una copia propia. Claro que releyendo el blog me di cuenta que en realidad sería la sexta. Unos días después llegó a mi puerta un regalito que me hizo muy, pero muy feliz, una copia de "Como agua para chocolate", muchas gracias S. Por cierto, sí pondré más seguido mi lista de deseos en internet, porque resultó que A. ya me había comprado otra copia (ahora podrás leerlo y contarme).

Leer "Como agua para chocolate" no solo es leer una novela que me gusta, es leer sobre comida, sobre tradiciones, sobre mujeres, sobre cultura, sobre historia, sobre amor, sobre educación, sobre género, sobre nosotras. Así que sean team Tita o team Gertrudis, el libro tendrá algo más, algo nuevo siempre, con cada lectura. 

Dice NLE que hay demasiados libros que leer en el planeta como para releerlos, y puede ser que tenga razón, pero para mí, como ya dije alguna vez aquí, siempre habrá libros de cabecera. Y, como siempre he intentado hacer mi reto tipo "Julie and Julia", pero con "Como agua para chocolate" esta parece ser la ocasión ideal, pandemia de por medio. Sí, es verdad que Julie comienza a escribir el blog y se pone el reto de las recetas porque estaba en crisis existencial, creo que escribir siempre tiene una parte de catarsis, siempre, pero en este momento, a pesar de, casi todo parece estar en orden por aquí. 

Esta vez no solo pensé en empezar mi reto de recetas, lo empecé. Claro con la receta más sencilla del libro y adaptada a mi realidad, me preocupa un poco cuando llegue el turno de las recetas poco adaptables como las codornices. La primera receta las "tortas de Navidad" ya la habíamos intentando hace unos años con mi madre, pero no me acordaba de ello hasta que las probé, tal vez la memoria de los sabores, cosa que hasta en Ratatouille queda clara, porque existen en nuestra memoria.

Así que me daré todo el largo 2021 para hacer las recetas del libro, tal vez con excepción de los fósforos, lo digo desde ahora. Todas las recetas estarán medio adaptadas, así que no me juzguen, al contrario de Julie, a mi cocina, no a mí, no le va seguir con detalle las recetas o las reglas. Ahora que lo pienso tal vez sea el único espacio en el que no sigo las reglas tal cual y por eso me parece tan desestresante, feliz y liberador cocinar. Y claro por frases como esta el blog es "terapia".

Así que acá la primera receta, las "tortas de Navidad" que desde ahora digo son un sabor diferente, pero me quedaron "rebuenas". El primer paso es picar la cebolla, así nació Tita en la cocina, entre lágrimas que luego formaron costales de sal, así que intenten picar cebolla y no llorar o aprovechar, como dicen por ahí, "la lloradita" picando cebolla.

Y, bueno, este sería el momento del post de fin de año, de año nuevo, pero en vista de... no hay listado de viajes, aunque sí lo hubo y espero escribirlo pronto para no olvidar los detalles de Sao Paulo. "We will travel again".



Tortas de Navidad 

Para tres tortas

3 bolillos o teleras

1/3 de lata de sardinas en tomate (no tiren el "caldito")

1/3 de bolsita de chorizo vegetariano

1/4 de cebolla

Chiles en vinagre


Pican finita la cebolla, lo que las lágrimas les permitan ver para no cortarse y la ponen a freír con poquitito aceite a fuego bajo hasta que quede transparente, huela rico y ya no lloren. Después, agregan el chorizo, el mío era vegetariano, así que no tarda nada en quedar listo, pero si el suyo es normal que se haga bien. Una vez listo, agregan las sardinas, yo las puse completas y las deshice en el sartén agregando unas 4 cucharadas de su líquido. Remuevan hasta que quede todo bien juntito. Mientras tanto los bolillos ya deben estar listos para rellenar. La receta dice que dejen descansar el guiso antes de rellenar, pero yo tenía hambre y solo las dejé esperando unos minutos. Después de armar sus tortas las meten a calentar unos minutos y al salir le añaden los chilitos al gusto -no abandonen a las zanahorias, que sienten feo-. 

Y, así en unos 15 minutos tienen las Tortas de Navidad listas. El resto de las recetas tardará bastante más en hacerse, pero por intentar no paramos.

Que el 2021 venga con cosas bonitas individuales y colectivas, que nos dé responsabilidad colectiva y esperanza por una vida mejor para todas las personas. Ah, y sobre todo, que venga con muchos sabores y todos los viajes pendientes.