Hacía varios días que estaba pensando en escribir una entrada sobre el futbol, que siempre ha sido parte fundamental en mi vida, sí ya sé, exageré con fundamental, pero bueno. NLE escribió esta carta al respecto de su infancia y el futbol. Abajo mis comentarios. Espero publicar uno de mis pendientes mañana, porque Roma y Atenas esperan y yo impaciente.
Carta al vecino de mis abuelos
A cualquier domingo de 1992.
Estimado vecino de mis abuelos:
Si interrumpo sus labores de fin de semana, esa llamada a la familia, el descanso musical en su sofá preferido, la revisión a los inyectores de su Volkswagen con placas del Sur, ¿es usted de Oaxaca? (Perdón, no me desvío del tema). Si el repetido sonido del timbre de su casa lo ha puesto de mal humor en este día de asueto, me disculpo sinceramente, no sólo por mí, sino por todos los que estamos afuera de su casa, que a veces somos muchos.
No soy sólo yo quien llama a su puerta (lo felicito por la remodelación de su fachada), me acompañan el viento, la falta de suerte y el mal momento que pasa, desde hace unas semanas, el delantero de mi equipo.
Qué más quisiera yo que la pelota no hubiera parabolizado mi ahogado grito de gol hacia su patio. Pero así son las cosas.
¿Sabe lo que es un clásico de futbol? ¿Ese partido que se espera jugar cada semana o cada quince días contra los primos más grandes? Es un episodio importantísimo en la rivalidad familiar. Ha crecido junto a nosotros y nos rebasará cuando mi hermano menor y otros primos crezcan y puedan formar parte de estos vitales encuentros, aunque sea desde el banquillo de los suplentes. Si pierdo el clásico, la comida y el silencioso regreso a casa serían capítulos tan penosos que no me atrevo a utilizar una metáfora.
No es amante del futbol, lo respeto, pero me permito sugerir que lea al gran Eduardo Galeano, la visión de Juan Villoro sobre esta religión laica, uno de los maravillosos cuentos de Fontanarrosa o, si prefiere un atajo, escuche la narración de Víctor Hugo Morales del segundo gol que hizo Maradona a los ingleses en México ’86. Se lo digo con intención de perspectiva, ¡únicamente busco la liberación de mi pelota!
No quiero entrar en disputa epistolar, pero es mi necesidad informarle que esa pelota me pertenece y que además, tengo testigos (dos primos y un hermano) de que la adquirí de forma legal en el mercado de los sábados, previa negociación con mi padre sobre el adelanto de “mi domingo”. No puedo acusarlo de secuestro sólo porque no me ha abierto la puerta (aunque sé que está en casa). Tampoco puedo demandarlo, porque para mi mala suerte, el único tío que sabe de asuntos legales hoy no vino a ver a mis abuelos. Sin embargo, señor mío, me permito decir que no es de caballeros, mucho menos de vecinos, tener en custodia lo que no le pertenece.
Gabriel García Márquez dijo: siempre hay un mañana y la vida nos da otra oportunidad para hacer las cosas bien.
Espero que ese mañana pueda ser hoy y comenzar una nueva relación con usted, pues quedan muchos domingos y clásicos en esta calle y, por lo que sabemos, su casa siempre será parte de la decoración que envuelve la cancha.
Atte.
Yo (mucho tiempo después)
Yo por mi parte sólo puedo añadir que para mí no fue tan fácil, porque resulta que no había jugadoras, niñas, que escoger y casi siempre jugaba con puros niños, así que fue complicado tener que decidir que jugador famoso querías ser, ya que bueno jugadora ni hablar, o bueno proponer jugar a las selecciones y siempre era más fácil ser un país que ser un jugador.
Por otro lado decirles que tampoco era fácil, porque eras la niña, o porque usabas lentes y no faltaba el pelotazo en la cara o mejor aún que el niño más enorme se enojara y empezara todo un show porque le pusiste un "tapón", es decir le pusiste el pie en la pelota cuando iba a "disparar" (dígase patear el balón), y entonces se iba de boca contra el piso, por supuesto que la niña fuera quien le ponía el pie no era lo más positivo.