Hace ya varios años, unos 11, curiosamente, que escribí una madrugada un cuento, una historia que fue saliendo con una muy fea letra sobre un cuaderno de cuadrícula pequeña, se llamaba 111, porque generalmente a las 11:11, captaba que había volteado a ver el reloj. A parte de ver la hora, justo en esos días había caído a mi cabeza la información que decía que el 111 era el número de la locura para la mitología-filosofía oriental. Hoy, 11.11.11 a las 11:11:11 me parece el día y hora perfecta para compartir dicho "cuento", si es que se le puede llamar así. Aclaro que tiene muchos años en el cajón (o en la compu) y que nada que ver con la posible realidad.
*También hace un año que salimos de México a Madrid, o sea que hoy/mañana cumplimos un año en España.
*Cuando di publicar para mí eran 11:11:11 alguien que me explique por qué blogger tiene otro horario.
*Actualizo con foto:
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11/11/11 11:11:11 |
111
Otro día
más sin conseguir levantarme de la cama.
Llevo once días exactos desde que comenzó el año preguntándome hasta cuándo
lograré olvidar. ¿El día once del año uno? Extraño pensamiento para alguien
como yo, según recuerdo el 111 es el número de la locura para la numerología
oriental.
Un día como hoy es perfecto para la locura. Creo que lograré asomarme
por una de las persianas rojas; ahora empiezo a recordar cuánto hace que no me
ocupo de mi departamento. Las persianas es lo último que recuerdo haber
limpiado y ahora están completamente cubiertas de polvo.
Después de tomar aire, e intentar relajarme en varias ocasiones, logro
dar unos cuantos pasos fuera de la cama,
separar una lámina roja y percatarme del color grisáceo que invade su
otro lado. El Sol comienza a despertar y los árboles producen sonidos a los que
sólo pocos logramos ponerles atención. Algunas lágrimas corren en sus hojas, tal
vez sepan sentir lo mismo que yo.
Largo
rato paso observando las sombras que van cambiando, nacen y crecen en cuestión
de horas, algunas han tenido tiempo para morir. En la esquina cerca de la casa
de la anciana, hay un hombre joven que espera, él aún no sabe qué, pero lo
descubrirá. Frente a él está el departamento en el que solías vivir ¿lo
recuerdas? Aquél que tenía las paredes azules y en el que la puerta del baño de
visitas sólo cerraba cuando estaba de buen humor.
Unos minutos más tarde, me percato de que la niña de tez verde sale de
su casa ha perdido su color y su piel es ahora sólo de un pálido color olivo,
su risa es tan suave que apenas logro darme cuenta que suena como una pequeña
cascada sin agua. Me gustaría saber quién es el dueño de aquel perro. El que
logró mantener una conversación con el niño mudo del departamento 38. La
anciana en el jardín se recuesta en su sillón, y mientras la observo, comienza a
girar a una velocidad impresionante, pareciéndose más y más a un espiral
infinito de colores.
De repente llama mi atención el reloj de mi buró, las florecitas que adornaban las manecillas están marchitas ahora. Es
la 1:11, llevo ya más de seis horas tras las persianas. Coincidencia. Las cosas
predestinadas nunca han ido conmigo (tal vez sea por eso por lo que te has ido).
Me distrae de nuevo de mi pequeña investigación una extraña araña que ha
comenzado a tejer una nueva trampa alrededor de mi portafolios; creo que llevo
ya varios días sin ir a trabajar. En la cocina mi gato se pasea y ronronea
buscando algo que comer, las sobras, de las que se había estado alimentado, se
han agotado ya; y mi pez se fue en el submarino que le proveía calor. Mi árbol
de Navidad está seco y las esferas rotas parecen estrellas esparcidas sobre la
alfombra, que con cada día parece más un pequeño universo. Me recuerdan a las
que vimos la última noche que soñamos juntos.
Regreso a mis persianas, mi único contacto con el mundo ahora, y veo a
una pareja que camina de la mano, seguramente él le dice que la ama y ella se
limita a sonreír. Los niños comienzan a
jugar en la calle y la señora de la esquina los observa mientras logra
descifrar el número de puntadas que dará en su nuevo tejido.
Por la tarde los rayos de color naranja invaden mi piel, se ha tornado
blanca y seca. Mi edad comienza a perderse y mente también. Pero yo no quiero
salir, yo no estoy enojada contigo, ni
siquiera recuerdo ya tu cara, no, no. Mírala, allá va de nuevo, sí ella, la
mujer que a diario toma una flor y la deshoja esperando respuesta...
La noche comienza a caer. La luz de la luna pronto invadirá mis sueños,
¿aún sueño? Dormiré por días, aún no sé cuántos más. Sé que al despertar volveré a
pensar, pero no, al destino aún no lo conozco, y yo no sé si exista el destino,
sólo creo que no sé si existo ahora; yo no creo en los colores de la piel de
los niños vecinos, sólo pienso si seguirán aquí mañana; yo no creo que la
anciana esté soñando, sólo creo que comienza a recordar; yo no sé si aquel
joven encontrará, sé que seguirá buscando; yo ya olvidé quién eras, sólo sé que
te amé; yo no sé si al morir te
encontraré, sólo sé que también sonreí alguna vez; yo no creo estar loca, solo sé que estoy
sola.