Todo el mundo debería iniciar el año viajando, o al menos hacer un viaje durante el primer mes del año, o bueno ¿no se puede vivir viajando? Sería el estado perfecto de vida.
Este año, también, comenzamos viajando. Un viaje muy diferente al del año pasado en todos sentidos, pero lo mejor a una ciudad que extrañaba mucho: Oaxaca.
Hace mucho tiempo hice otro post sobre la ciudad, literal mucho: 2011. En él contaba algunas cositas que todo el mundo que tenga algo de interés es posible que conozca. En este post la idea es contarles algunas de esas cosas que redescubrí de la ciudad, cosas que antes no estaban allí y cosas que me encantan, por las que espero regresar muy, muy pronto.
Así que en Oaxaca siempre hay que quedarse cerca del centro, entre la plaza principal y Santo Domingo. Oaxaca es sus mercados, el pasillo de "las carnes" con sus charolas y las señoras de los chapulines. En Oaxaca hay que caminar de ida y vuelta varias veces y comer tlayudas. Tomar chocolate con agua en los portales, conocer San Pablo y alejarse un poco para observar lo que queda entre la estación del ferrocarril y la Iglesia de la Soledad. Descubrir el Museo de Arte Moderno (MACO) y el de la filatelia con sus patios blancos y su luz. En Oaxaca hay que escuchar a la gente bailar danzón, a los globos gigantes que se mueven en el atrio de la catedral y los mezcales que se sirven en cada calle. A Oaxaca siempre hay que volver, en avión, en autobús, en coche y tal vez, algún día podamos volver en tren.