Hace un par de días hace 8 años, sí ocho largos años, llegamos a Madrid por primera vez y nos quedamos por tres años, solo tres. Hace casi cinco que volvimos. El tiempo nos engaña. Los primeros días allá no fueron sencillos, pero la primera semana que estuvimos ahí tomé estas fotos y vaya que reinventamos el amor, el nuestro, el compartido, el de la familia y nuestras personas más queridas, allí se sumaron algunas y a la vuelta otras más. Sin embargo, después de cinco años, volvería sin pensarlo, mañana mismo, extraño la ciudad, sus atardeceres, sus calles y sonidos. Sobre todo extraño sentirme segura y más libre, -sí, lo sé-. Cada vuelta la agradezco e intento quedarme con lo más posible, pero siempre tengo esa sensación de pérdida y es que, es verdad, que empiezas a dividirte y que a través de los años partes de mí, de ti, quedan esparcidas por las ciudades y las personas, las calles y los cerezos, los bares y las fotografías, en las risas compartidas, en las ciudades más antiguas y sobre todo en las eternas saudades de volver.
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