Estaba pensando cuál era la mejor forma de hablar sobre la comida en nuestro viaje a Japón y no en definitiva después de darle vueltas durante la mañana no encontré la forma ideal. Pensé en mecionarla toda en un solo post, luego en ciudades, en orden, por temas..., pero nos comimos tanta cosa fotografiable y deliciosa, conocimos lugares perfectos y hermosos. Así que empezaré por ciudades incluyendo comidas y con mención a la del avión, sí a la del avión. Así que por falta de costumbre, debido a mi ya muy reconocida falta de presencia en este blog comenzamos por lo más pequeñito: Nikko.
Cuando pasamos meses planeando el viaje teníamos algunas decisiones que tomar sobre qué ciudades conocer y cuánto tiempo invertiríamos en cada una. Una de las decisiones que me llevó más tiempo y para la que leí todos los comentarios posibles de internet fue si visitar Nikko o Kamakura, las dos son ciudades cercanas a Tokio. Nikko fue la decisión tomada.
Nikko está a unas dos horas en tren desde Tokio. No es una ruta sencilla, hay que tomar entre dos y tres trenes. El último de ellos un tren antiguo que no es muy frecuente. Sus asientos de madera y tela roja son, sin duda inspiración para Miyazaki. Al llegar a la estación de tren de Nikko se puede subir caminando a la zona de los templos, pero el camino es largo y lo de subir es en serio, mi recomendación es subir en los autobuses que hacen recorridos a través de la zona turística y luego pueden bajar caminando hasta la estación -aunque nosotros nos bajamos en el puente y el resto caminando-.
Sin duda lo impresionante de Nikko son los templos, los laqueados detallados en cada uno de ellos y que están rodeados por un bosque perfecto. Un día en Nikko es suficiente para ver lo básico, pero tal vez sea una buena idea quedarse en uno de sus onsen y recorrer con calma cada uno de los sitios.
En los templos de Nikko, como en muchos otros que conocimos no se puede tomar foros en los lugares sagrados donde aún se practica culto o en los que hay reliquias valiosas. Y, recuerden quitarse sus zapatos, siempre o casi siempre hay zapateras a las entradas, pero si no quieren dejar sus preciados zapatitos pues carguen una bolsa para ponerlos cuando se los deban quitar.
Nikko, como decía, tiene muchos templos el más importante e impresionante es el templo de Toshogu, que se construyó como el puente entre 1610 y 1620. Algo interesante de este templo es la cantidad de animales desde los famosos monos que no ven, oyen o hablan, elefantes, dragones de todo tipo, grullas, tigres y más. Lo siento, pero sí pensé en Kung-fu panda por un momento.
Una vez que se llega al mausoleo de Tokugawa Iemitsu se puede ver el bosque y algunos de los templos desde arriba, son cientos de escalones que una japonesa se dio a la tarea de subir y bajar con un chelo cargando a su espalda.
Comer no fue tarea sencilla, fuimos un día entre semana y aunque había turismo muchos de los lugares estaban cerrados. Así que como en múltiples ocasiones de este viaje nos salvó Google y sus recomendaciones. Terminamos en un lugar turístico, pero no trap tourist en el que comimos rico mientras dejábamos letreritos sobre el futuro de México en una de las cientos de post-it que adornan las paredes del lugar. El nombre por si acaso: Hippari-Dako y esta en la calle principal de Nikko.
Lo que me queda claro es que me comí todas las gyozas posibles que encontré por Japón, que incluso en alguna ocasión que les contaré espero pronto, pero ya no digo nada, nos formamos por casi dos horas para probar unas de las que tenía en mi lista de lugares a los que debíamos ir.
Cuando caminamos de bajada, hacía ya bastante frío, al final estábamos en medio del bosque. La calle principal la estaban arreglando y no puedo evitar mencionar las máquinas. Eran máquinas de construcción miniatura, adorables.
Una de las cosas que hay que hacer en Nikko es subir al mauseolo y escuchar el aire entre los árboles gigantes, así como si tratara de escuchar a Totoro.